miércoles, 7 de julio de 2010

ALQUIMIA




Dicen los comentaristas más constructivos y benévolos de la obra “Mierda de artista”, del italiano Piero Manzoni (y quien quiera enterarse de qué se trata que haga clik aquí, pues no voy a repetir lo que ya está repetido en miles de páginas en internet), que es una crítica mordaz a la función del arte en el mundo contemporáneo. Es decir, que hoy día lo que sea pasa por ser arte y se cotiza siempre que esté avalado por una firma que haya adquirido prestigio dentro de ese mercado. Sin negar completamente tal interpretación (pero aclarando que ya otros hicieron eso antes; por ejemplo, se sabe que Dalí firmaba hojas en blanco asegurando que cualquier cosa que se garabateara en ellas se vendería por una fortuna), he de decir que me parece una lectura simplista y perezosa. Aunque sea algo más elaborada que la de los indignados a los que les encanta indignarse o que la carcajada soez de los que viven en perpetua carcajada, no deja de estar en el mismo plano. Y, si bien podría explicarse así (igual que puede explicarse Las Metamorfosis, de Apuleyo, como una novela meramente picaresca y satírica cuando realmente es un libro de dimensiones esotéricas), yo digo que no se trata de eso. No señor. Piero Manzoni fue, en realidad, un alquimista contemporáneo y el único (los demás, Fulcanelli, Canseliet, son pura leyenda urbana) que consiguió consumar la Gran Obra (al menos en el plano material), pues su mierda de artista se vendió (¡y se vendió!) al precio del oro. Convirtió en oro sus excrementos, pues, sin necesidad de alambiques, retortas, cedazos ni rocío de la mañana. Cualquier aficionado a la historia del Ars Regia sabe que las heces han sido consideradas como la Prima Mater por muchos filósofos. Pero ninguno la ha trocado, al menos de forma pública y notoria, en el áureo elemento. Sí, han dicho, se ha afirmado que aquel, que éste  o ese otro conocía a uno al que otro le dijo que había visto a alguien que… ¡Nada! ¡Paparruchas! Impotencias que buscan amparo chapucero en el cuento supersticioso del sagrado secreto. La verdad pura y simple, la verdad de la buena es que fue Manzoni el único que, sin trampa ni cartón, convirtió ante los ojos del respetable la caca en el más noble de los metales. Cierto que el comprador de una de las latas de ñorda ha, más que dicho, reído: "Hemos transformado la mierda en oro y me incluyo entre los responsables, los culpables; ahora ya no hay nada que hacer. Es por esto por lo que Manzoni es un gran artista. No sé si él lo había previsto, pero de todas maneras, ha provocado esta reacción. Esta pequeña lata que da risa, finalmente, que al menos habría querido dar risa si no fuera que va contra el sistema, se ha convertido en una obra maestra, o, al menos, en un fetiche". No es eso lo que yo estoy diciendo. Yo estoy hablando de alquimia, de la Ópera Magna. Y naturalmente que estoy haciendo un chiste. Pero es un chiste muy serio.

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