miércoles, 8 de septiembre de 2010

TO BE AND NOT TO BE

Fotografía: Eliacer Cansino

To be or not to be. ¿O, tal vez, “To be and not to be”? Fijaos bien en esa tumba. Bajo la lápida yacen los restos de un hombre que no es ese hombre y forma parte de una extraña historia que tiene su desenlace en Punta Umbría durante los oscuros años cuarenta españoles y mientras que en el mundo se desarrollaba una de las guerras más sangrientas que lo han asolado. El Mayor William Martin, miembro del ejército inglés durante aquella contienda, nunca existió. Fue una invención del Servicio de Inteligencia Británico destinada a confundir a los nazis y dividir su atención entre dos puntos. La historia es sobradamente conocida y podéis leerla con detalle haciendo clic aquíHa dado lugar a alguna novela e incluso a una película, parte de la cual se rodó en las costas puntaumbreñas y en Huelva. Pero no es el relato de esos hechos el objeto de este post. Lo que ocurre, realmente, es que el otro día, asistiendo al sepelio de la madre de un querido amigo, tuve ocasión de estar otra vez ante esa tumba. No llevaba mi cámara y le pedí a Eliacer Cansino que me mandase una que él estaba haciendo con su móvil. Ante aquella sepultura vinieron a mi cabeza muchas cosas: La novela “Todos los nombres”, de Saramago o la, no menos curiosa, pintoresca, extraña  circunstancia de que, durante años, haya habido una mujer inglesa que ha cuidado, limpiado y llevado flores a la tumba como si de la de su hijo o su esposo se hubiera tratado. ¿Quién entiende el corazón humano y su comportamiento? Pero, más allá de eso y, con mi testaruda afición a las paradojas, pensaba en la tensión poética que implicaba que en aquella lápida figurase alguien que nunca existió. Son sus datos, y no los del mendigo que sólo le prestó su cadáver, los que están escritos en la losa. Los datos de alguien que no nació nunca y al que, sin embargo, se supone que tuvieron que celebrarle ritos funerarios, quien sabe si incluso con honores militares. Alguien que no existió pero cuyo enterramiento clama que sí existió. ¿Puede alguien existir y no existir al mismo tiempo? El indigente que prestó su cuerpo a aquel ser salido de las mentes de los espías ingleses, jamás llegaría a imaginar, en los estertores de su agonía tirado en alguna calle del neblinoso Londres, que su destino era contribuir a uno de los resultados más significativos e importantes de la Historia. ¿Para qué hemos nacido? ¿Cuál es nuestra misión al venir a este mundo? Algunos lo saben. Otros, la mayoría, no lo sabemos. Quede ahí como material para poetas, cuentistas y pensadores ociosos. Como yo.



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