martes, 16 de noviembre de 2010

SÍMBOLO

Esta tarde, me fui a la orilla y, melancólico, de forma casi inconsciente, mientras pensaba en algo muy distinto, dibujé con un junco un símbolo en la arena. Me quedé mirándolo. Saqué mi cámara y le hice una foto. No había trazado ese dibujo con ningún propósito concreto. Pero creo que he aprendido que todo lo que hacemos tiene, más o menos conscientemente, una intención. El gráfico era, como se puede ver en la foto, un hexágono. Al llegar a casa, he consultado mis diccionarios de símbolos. En el de Juan Eduardo Cirlot no he conseguido encontrar nada excesivamente explícito. Sólo que al referirse al seis, habla de “Ambivalencia y equilibrio. Unión de los dos triángulos (fuego y agua) y por ello símbolo del alma humana (…) Por ello, número de la prueba y del esfuerzo”. En Chevalier y Gheerbrant he concluido, en síntesis, que se trata de la unión de las fuerzas evolutivas e involutivas “por la interpenetración de los dos ternarios”. El símbolo es, además de muchas otras cosas, un espejo que nos devuelve lo que ya sabíamos, lo que ya habíamos visto.

2 comentarios:

Félix Morales Prado dijo...

Llueve. Supongo que el agua lo borró y ahora está, como siempre estuvo, en el mundo arquetípico.

Anónimo dijo...

Los símbolos sólo representan lo que "se desea" que representen. Su versatilidad los hace tan oportunos para los poetas y los espiritualistas (de las religiones o las políticas).
La "realidad" es menos brillante, pero más elocuente y lúcida. Lo símbolos se acercan al mundo onírico y con ello también a sus pesadillas. La realidad es más confortable, nos hace reposar en lo que es "como es" en su contundente simplicidad.
Si algo puede sugerir el hexágono en la arena hay que atender a la varita clavada en su baricentro. Hasta el nietecillo de Cirlot se daría cuenta que es un simple reloj de sol que marca horas triangulares. Si Superficie de cada una es (b x a):2 y multiplicamos todo por el número total de triángulos, 6, nos encontramos con el tiempo reducido a superficie. Esto es de una estupenda utilidad, pues si podemos operar con él eucleidianamente también podremos construir con el tiempo edificios, carreteras, puentes, todo lo geométricamente mensurable. En lugar del sistema métrico decimal imperaría el sistema horario internacional (o en su caso local), dando más glamour a disciplinas tan prosáicas como la topografía, la arquitectura o la agrimensura.
Enhora buena por el hallazgo, mi desconocido y genial amigo.